Gentrificación en La Mesa. Cuando el pueblo deja de parecerse a su gente

Gentrificación en La Mesa. Cuando el pueblo deja de parecerse a su gente

Hay una tristeza silenciosa que camina por las calles empedradas de los pueblos cuando los rostros que los habitaron por generaciones comienzan a desaparecer. Es como si una brisa distinta soplara por las esquinas, trayendo consigo no solo nuevos aires, sino también nuevas reglas, nuevos precios… y nuevos dueños.

Esto es lo que está empezando a pasar en La Mesa, Cundinamarca. Un municipio con historia, con memoria, con montaña y con alma; que poco a poco se ve envuelto en un fenómeno que muchos llaman desarrollo (“Progreso” en palabras de Dotorancio Gamonález), pero que también puede llamarse desplazamiento lento.

¿Qué es la gentrificación y por qué debería importarnos?

La gentrificación es un proceso urbano donde zonas tradicionales, generalmente habitadas por personas de bajos o medianos ingresos, son transformadas por la llegada de población con mayor poder adquisitivo. Esto provoca un aumento en los precios de la vivienda, servicios y alimentos, haciendo que los habitantes originales ya no puedan sostenerse allí. Le pasó a Teusaquillo y a Chapinero en Bogotá y le está pasando ahora a Medellín.

En términos sencillos, es como si a un árbol de raíces profundas le cambiaran la tierra por completo. Podrá verse más bonito por fuera, pero empieza a morir por dentro.

En La Mesa, este fenómeno ha llegado de la mano del turismo desbordado, las inversiones externas y una fiebre por convertir lo auténtico en un producto vendible.

¿Qué señales indican que La Mesa está siendo gentrificada?

Estos son algunos síntomas claros del proceso que ya está en marcha:

    • Aumento acelerado de precios de arriendo y venta de predios, incluso en barrios populares.
    • Cierres de tiendas tradicionales reemplazadas por cafés de autor o restaurantes gourmet sin vínculo con la cultura local.
    • Cambio de uso del suelo para urbanizaciones campestres o alojamientos turísticos.
    • Disolución del tejido comunitario, cuando el vecino ya no se llama “don Luis” sino “Airbnb”.

En este sentido, preocupa la creciente proliferación de bares y tabernas que, si bien aportan cierto dinamismo económico, fomentan una cultura de consumo excesivo de alcohol y un tipo de turismo asociado a la “rumba sin control”, cuyas consecuencias a largo plazo son más negativas que beneficiosas. Numerosos habitantes de La Mesa han denunciado los altos niveles de ruido, especialmente en las noches, producto de discotecas y motociclistas que alteran la tranquilidad y el derecho al descanso de la comunidad.

La gentrificación como monocultivo emocional

Así como en el campo se reemplazan ecosistemas diversos por monocultivos rentables que agotan la tierra, en los pueblos sucede algo similar: se elimina la diversidad social en favor de una homogeneidad de consumo. Se valora más al visitante que gasta que al habitante que siembra, enseña o resiste.

El alma del lugar se vuelve marca registrada, y lo auténtico se vuelve escenografía.

Cuando las personas que han construido el barrio con sus manos y su historia ya no pueden quedarse, la “renovación” se parece más a una sustitución. Y en ese intercambio, siempre hay alguien que pierde.

La calle octava de La Mesa ha visto una enorme transformación comercial
La calle 8a ha visto una enorme transformación urbana y comercial

¿Qué alternativas existen frente a este fenómeno?

No se trata de rechazar a quienes llegan, sino de proteger a quienes ya estaban. La solución no es detener el cambio, sino hacerlo más justo, más consciente, más enraizado en el territorio.

Algunas ideas que pueden discutirse:

      • Políticas de vivienda con control de precios, para evitar la especulación y el desarraigo.
      • Zonificación urbana participativa, que proteja barrios patrimoniales y rurales del uso exclusivo para turismo o comercio.
      • Apoyo real a la economía local, a los emprendimientos de mujeres, jóvenes, campesinos y recicladores.
      • Educación comunitaria sobre derechos urbanos y herramientas para exigirlos.

¿Y qué podemos hacer como comunidad?

La gentrificación no es solo un tema técnico, es también una cuestión emocional y política. Requiere que la comunidad reconozca el problema, lo nombre, lo discuta. Que no nos digan que es progreso lo que en realidad puede ser pérdida de pertenencia.

Desde Mesunos Org, creemos que la participación ciudadana, la restauración del entorno y la defensa de la identidad local deben ir juntas. Porque no hay transformación sostenible sin justicia territorial.

Un pueblo que expulsa a su gente deja de ser pueblo y se convierte en vitrina.

La Mesa no debe convertirse en postal vacía. Debe seguir siendo hogar, historia viva, comunidad presente. Que el desarrollo no venga a costa de la memoria, como está ocurriendo con nuestras casas patrimoniales que se venden al mejor postor para su demolición.

¿Ya notas signos de gentrificación en tu comunidad?

¿Qué historias conoces de personas que han tenido que irse de su barrio?

Te invitamos a comentar tu experiencia abajo, a compartir esta reflexión y a seguirnos en nuestras redes sociales para continuar conversando sobre justicia social, ambiental y cultural desde los territorios.


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3 comentarios en “Gentrificación en La Mesa. Cuando el pueblo deja de parecerse a su gente”

  1. Édgar león moreno

    Exelente reflexión la realidad de lo que estamos viendo en nuestro municipio sin dejar de lado cada una de las instalaciones en especial San Joaquín quien crece si orden sin planificación

  2. Hay que empezar por elegir alcaldes que hagan, de verdad, acciones urgentes por el pueblo. A hoy es un municipio abandonado, con una malla vial empeorando, desorden urbano, proliferación de negocios que no contentos con tomarse en anden, se toman también la calle. Veredas desatendidas. Los alcaldes no son ni vienen de Bogotá. Dejen de culpar a los que vienen a La Mesa. Los alcaldes a hoy no tienen como objetivo mejorar el pueblo y evitar, por ejemplo, la gentrificación. Hay que empezar por elegir alcaldes con pertenecía, con menos intereses particulares en la apertura de negocios y negocios y más negocios propios y de sus familiares.

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