El futuro de la educación ambiental y de la humanidad se encuentra en una mirada hacia atrás, hacia el origen y lo que es natural.
En un mundo cada vez más fragmentado, el conocimiento ancestral de nuestras comunidades indígenas se erige como una fuente invaluable de aprendizaje sobre nuestra verdadera conexión con la naturaleza. Este principio guía el esfuerzo continuo de diversas iniciativas que buscan recuperar la relación armónica con el entorno, integrando además una dimensión fundamental: la inclusión de las nuevas generaciones y de las personas con necesidades especiales en estos procesos.
El pasado lunes 27 de enero se llevó a cabo en la Laguna de Tenasucá (conocida popularmente como Pedro Palo) en Tena, la conmemoración del Día Mundial de la Educación Ambiental, este evento fue organizado por la Fundación Reserva Natural de la Sociedad Civil “Tenasucá”, en cabeza de su representante Roberto Sáenz Gómez.
Al encuentro fueron invitadas instituciones, organizaciones, asociaciones y líderes de Cundinamarca, que desde su quehacer diario tienen injerencia en temas ambientales en el Departamento, y en especial tuvimos la participación de representantes de la comunidad Muisca de Soacha y Facatativá quienes guiaron el proceso con el objetivo de abrirnos a la posibilidad de desaprender lo que sabemos o entendemos por Educación Ambiental.
Por qué debemos repensar la educación ambiental
A lo largo de los debates sobre educación ambiental, surgen cuestionamientos esenciales sobre su verdadero significado. Durante este encuentro en la sagrada laguna de Tenasucá, el mayor Ricardo Arias Romero de la comunidad Muisca, compartió un importante y disruptivo sentir sobre el tema.
Tradicionalmente, la educación ha sido una herramienta de estandarización, modelada por estructuras institucionales que no siempre reflejan la diversidad de visiones del mundo. Para muchas comunidades ancestrales, la educación ambiental no es un concepto aparte, sino una vivencia arraigada en la cosmovisión donde la Tierra es un ser vivo (nuestra madre) al que pertenecemos.
El modelo convencional de educación clasifica los elementos del medio ambiente en recursos renovables y no renovables, promoviendo una relación extractivista. En contraste, nuestros hermanos mayores, o sea, las comunidades indígenas, entienden el entorno como un todo interconectado, donde los seres humanos no dominan la naturaleza, sino que conviven con ella en equilibrio. Esta perspectiva, que valora la conexión espiritual y la armonía con todos los seres vivos, desafía los paradigmas de la educación occidental.
De la educación a la vivencia ambiental
El término “educación ambiental” podría no ser suficiente para capturar la profundidad de esta enseñanza. En este encuentro, Gustavo Amarillo, líder ambiental del territorio vinculado a procesos de veeduría y formación ambiental con las comunidades del Tequendama, así como otros líderes de los pueblos originario, proponen reemplazar el término por “vivencia ambiental”, pues no se trata sólo de transmitir conocimientos, sino de interiorizar una forma de vida en armonía con la Tierra.
Este enfoque implica desaprender muchas de las ideas impuestas por la modernidad y reencontrarse con una manera más intuitiva y consciente de interactuar con el entorno. “Nos han separado de la naturaleza y nos han enseñado a temerla o a explotarla, en lugar de reconocerla como nuestro hogar”, afirma uno de los participantes.
Es una forma trascendental de vernos a nosotros mismo integrados en la naturaleza, donde no somos la punta de la cadena alimenticia, como el depredador supremo, sino que estamos integrados en un todo, donde cada una de nuestras acciones en contra de la naturaleza, es un agresión contra nosotros mismo, ya que no estamos separados de la naturaleza, somos parte de ella, somos uno con ella.
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La inclusión como pilar fundamental de la educación ambiental
Uno de los momentos mas emotivos de la jornada fue la presentación de un proyecto de educación ambiental liderado por la CAR en la Fundación Luz y Vida que atiende a personas con discapacidad, donde a través de diferentes pedagogías y actividades se les enseña sobre la naturaleza, el agua, manejo de residuos, entre otros temas.
Este esfuerzo por incluir a personas con necesidades especiales en estas iniciativas ambientales resalta la importancia de una educación verdaderamente diversa e incluyente. “No se trata de incluirlos, porque para la naturaleza ya están incluidos”, mencionan los voceros del proyecto. “Se trata de reconocer su presencia y asegurarnos de que sean parte activa en la toma de decisiones y en la construcción de una nueva forma de vivir en armonía con el planeta”.
Para consolidar estos principios en la sociedad, es necesario que se traduzcan en políticas y marcos normativos que garanticen su promoción y continuidad. La propuesta de formalizar este compromiso en un código de actuación o en un marco legal que respalde la inclusión de estos enfoques en la educación es una tarea pendiente que requiere el esfuerzo conjunto de comunidades, instituciones y legisladores.
Una reflexión necesaria para el futuro
El actual modelo educativo y de desarrollo económico ha fracturado nuestra relación con el mundo natural y con nosotros mismos. El concepto de “ser humano” debe ser redefinido no solo en términos de productividad, sino en su capacidad de coexistir con los demás seres que habitan este planeta de forma equilibrada.
La pregunta que surge es:
¿Cómo podemos resignificar la educación para que no sea sólo una acumulación de información, sino una herramienta para formar seres humanos conscientes y conectados con su entorno?
En última instancia, la inclusión de comunidades diversas en estos procesos no es una cuestión de caridad, sino de justicia y sostenibilidad. Si queremos un futuro donde la humanidad y la naturaleza prosperen juntas, debemos abrir espacios de diálogo, reflexión y acción que nos permitan aprender de quienes han mantenido esta relación por siglos. La clave está en reconocer que todos somos parte de un mismo tejido de vida y que nuestra supervivencia depende de nuestra capacidad para vivir en armonía con él.
Un agradecimiento muy especial a Roberto Sáenz y todo el equipo de la Reserva Tenasucá por realizar este magnífico evento cada 26 de enero, y por honrarnos a ser parte de él. Así mismo gracias a todas las personas e instituciones que atendieron el llamado de la Laguna y escucharon la forma como debemos abordar en el futuro la educación ambiental, ya que en palabras del docente universitario mesuno Robinson Peña; “El futuro es ancestral”.
Ada América Millán – Contralora Delegada para el Medio Ambiente
Martha Eugenia Lúquez – Contraloría Delegada para la Participación Ciudadana
Diego Leandro Cárdenas – Director de la Secretaría de Bienestar Verde, Gobernación de Cundinamarca
Nidia Cruz Ortega – Directora CAR Tequendama
Diego Barrera – Concejal de La Mesa
Juan Pablo López – Coordinador de proyectos ambientales IDACO
Álvaro Arias – Dirección de ordenamiento y gestión territorial CAR
Robinson Peña – Universidad de la Salle
Esteban Moreno – ASATECUNDI
Lina Escolar – La Espiral
Claudia Vergara
Gustavo Amarillo – Reserva Tenasucá
Roberto Sáenz Gómez – Reserva Tenasucá
CAR Bogotá, Tequendama, y Sabana de Occidente
Alcaldía de Tena – Secretaría de Ambiente
Comunidad Muisca de Soacha y de Facatativá
Consejo de Cuenca del Rio Bogotá
ASCUABAÑA, Zipacón