El patrimonio es memoria sacralizada

“Quien controla el pasado, controla el futuro.
Quien controla el presente, controla el pasado.”
G. Orwell

Robinson PeñaTal vez seamos la distopia de lo que soñaron los ancestros. Maquinas deseantes que habitan un paisaje de artificialidad naturalizada. Moramos en moles de cemento y hierro que caminan a la deriva combatiendo el tufo de la crisis. De una pequeña aldea, hemos convertido el pueblo en un apéndice de la gran urbe que intenta construir su identidad en el espejo de un centro comercial.

Caminar es una forma de poetizar lo cotidiano recuerdan los eruditos. Ayer caminé. Salí a las viejas calles del pueblo como acostumbro hace 35 años. Los saludos fueron impersonales, conozco pocas personas. Por momentos, me sentí en un barrio de tierra caliente de Bogotá.

La urbanización se inyecto como anfeta en el torrente sanguíneo de la comunidad. Las calles se han urbanizado, también las personas. Henry Lefebvre señala “El hombre que se urbaniza pierde su rostro ante la indiferencia acelerada”. Camino entonces por el camellón de los estudiantes y cavilo: ¿Hemos perdido nuestro rostro?

El rostro que recuerdo no se maquillaba tanto. Era natural, prístino, campesino y humano. Demasiado humano. El cerro del Tolú y Macute delineaban los pómulos. El picacho, el mirador de los naranjos y el talud de San Nicolas eran los ojos para ver más allá de la nariz. La Carbonera era la arteria de vida donde nos sumergíamos para imaginar. La escuela era el mundo que aparecía cuando se cerraban los ojos. Este rostro se funde con el mío y configuran lo que soy, tal como en las ficciones de Borges.

Soy un hombre con canas habitado por un niño pueblerino que buje y juega en las tripas. Este pueblo mío esta en las entrañas, es entrañable. Pese a la nostalgia que me acoge como el manto tejido de la abuela Aura María, este rostro ya no volverá. Ahora tiene mascaras desechables moldeadas por el poder. Pero, donde hay poder, siempre hay resistencias. La pregunta entonces es, ¿Cómo resistir?

El patrimonio es una forma de resistencia. No es una cosa dada, es un proceso de construcción colectiva que nos interroga al sugerir una discusión entre historia, memoria y olvido. ¿Cuál es la historia real del terruño? El patrimonio invita a revisitar la historia formal y tomar distancia critica sobre los relatos de poder que se expresan en la historia de anaquel. ¿Cuál es la memoria que habita en cada uno de nosotros?

Hablar de patrimonio es afrontar los retos para construir estrategias que revivan la memoria de manera colectiva y lograr asumirla como un asunto de lo cotidiano, no solo del pasado. ¿Qué es lo que debemos olvidar para curar nuestra comunidad? No todo debe recordarse, ni patrimonializarse, tal como nuestra memoria individual olvida para sanar y avanzar, remitirse al patrimonio amerita la construcción de procesos de olvido colectivo para una mejor convivencia.

PATRIMONIALIZACIÓN

El patrimonio es de todos, por tanto, debemos desplazarnos del discurso de la protección a la legitimación. Legitimarlo es hacerlo propio, empoderarlo y empoderarnos a partir de él, quererlo, contarlo, practicarlo, poetizarlo, soñarlo, y, ante todo, defenderlo de los intereses que quieren convertirlo en un objeto de consumo reservado para una elite con capacidad de económica. El patrimonio no se compra, se vive con intensidad natural.

Volveré a caminar hoy en la tarde por las calles ajedrezadas de la meseta. Ya no camino solo, de la mano se agarra mi hijo. En los ojos de Jacobo se asoma el reflejo de los abuelos que caminaron por aquí hace un par de suspiros halando una mula cargada de café y plátano. En cada hombre se puede apreciar la fuerza vital de una civilización que ha intentado romper tiempo y espacio para hacer su nido.

En esta montaña en la que vivo, viven todos los lugares en los que he vivido, también todos en los que quiero vivir. Aquí y ahora, habitan las imágenes espectrales de los seres que me han habitado, y también aquellos con los que quiero seguir construyendo mi patrimonio vital de asumir el pueblo como una experiencia trascendente. El patrimonio es aprender a vivir como seres poseedores de sacralidad en una realidad globalizada y basada en el consumo como forma de ser.

Por: Robinson Peña Carvajal


Las columnas de opinión no representan necesariamente la opinión editorial de Mesunos.Org

2 comentarios en “El patrimonio es memoria sacralizada”

  1. Heidi L Forero R

    Me gusta mucho… también amo este municipio que me adoptó hace 23 años. Gracias por esta columna de Robinson Peña.

  2. Este artículo tan magistralmente escrito por Robinson, inmediatamente, a pesar que he vivido por más de veinte años en La Mesa y al igual que Heidi y nuestras hijas, nos sentimos adoptados por Ella, me ha trasladado a mi tierra natal mi querido y hermoso pueblito: Tópaga – Boyacá, que es también, a pesar de ser mucho más pequeño que La Mesa, un lugar donde ocurren los mismos saludos impersonales y transformaciones de costumbres antaño con dinámicas sociales igualmente sencillas y solidarias. Supongo que a quienes sus raíces en otras partes de nuestro hermoso país, les ocurre lo mismo.

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