Pueblo mío,
Te vomitas apresado sobre mi corazón borracho.
Estamos solos al amparo de mercaderes encerrados en vidrío.
Siempre solos, pero agarrados de las vísceras.
Pueblo mío,
Eres la única patria,
el útero de mi madre muerta
las manos de mi padre creador
el corazón de mi hijo.
La mejor amante.
el templo y el burdel.
Oh alma mía,
Que dolorosa es la belleza.
Que asqueroso es el poder.
Que tontos somos los hombres.
Que tristeza la que me rasguña la garganta.
¿Eres incapaz de producir un dios y nos sometes a lo grotesco?
¿La incapacidad es tuya o mía?
¿Qué quieres ser?
¿Qué quiero ser?
¿a dónde nos quieres llevar?
¿Remedo de Bogotá o Anapoima?
¿Conjunto cerrado o condominio campestre?
¿Recinto de hombres libres o cárcel del capital?
He comido tus frutos, tomé de tu savia.
Pero mi pasión no es el agua sino la sed y
el hambre que alimentas día a día.
¿moriremos de sed?
Mientras produzcas nísperos seremos invencibles.
A veces,
Te confundo con la sombra de un árbol muerto.
Te escucho gritar entre las grietas del hormigón
Veo tu brillo sobre las monedas sucias del político
Siento tu Canto de tangara en la torre eléctrica.
Cuido tu sueño ante el murmullo de la alcantarilla.
A veces, solo a veces.
Ahora,
espero un trueno,
Un trueno que nos borre y te deje libre,
Un trueno que te recuerde cuando eras niño
Un trueno que lo borre todo
Pero,
¿el trueno eres tú o soy yo?
Por: Robinson Peña