Acabamos de salir de una de las campañas políticas más desagradables y mezquinas de la historia de nuestra nación.
Lo peor de la naturaleza humana salió a relucir en estas últimas elecciones parlamentarias y también presidenciales; ataques rastreros, chismes, mentiras y habladurías inundaron las redes sociales de los candidatos y los debates televisivos, avivando el fuego y la separación de un pueblo de por sí ya dividido.
Y es que aunque grandes filósofos y pensadores de la antigüedad como Aristóteles y Confucio nos intentaron enseñar que la política es el arte de servir a la humanidad con virtud y valor. Nuestros políticos actuales brillan precisamente por esa falta de virtudes y de valores.
¿En qué momento permitimos que la peor lacra de la sociedad tomara el control?
No me explico aún cómo permitimos que estos politiqueros mediocres tomaran las decisiones más trascendentales de nuestra sociedad, que administraran nuestros recursos y que se llenaran los bolsillos a costa de la salud, la prosperidad y la vida de nuestra gente.
Esta decadencia moral de la función pública es el reflejo de una sociedad individualista, profundamente egoísta y superficial.
Hoy nos encontramos con algunos (porque gracias a Dios no son todos) presidentes, senadores, diputados, alcaldes y concejales que llegaron a su puesto no por ser los mejores o los más preparados, sino por ser los más charlatanes, embaucadores, culebreros y manipuladores.
Una suerte de influencers que con sólo saber hablar paja (por no decir otra palabra), se ubican en las posiciones de mayor responsabilidad, desde donde manipulan, sentencian y sobre todo cobran comisiones y aceptan sobornos.
Sacrificando así en los altares de la infamia la salud de las personas, la alimentación de nuestros niños, la educación y el futuro de los jóvenes, la seguridad de los campesinos y la tranquilidad de los viejos, así como nuestros recursos naturales y el patrimonio histórico y cultural que nos dejaron nuestros ancestros.
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¿Por qué hay decadencia moral en la función pública?
Desafortunadamente esta decadencia moral de la función pública es el reflejo de una sociedad individualista, profundamente egoísta y superficial, que intenta por todos los medios adquirir cosas materiales para aparentar una posición social vacía de valores.
Se hace vital entonces el empezar a analizar nuestras actitudes diarias y ser honestos con nosotros mismos.
Si somos de los que se quedan con unas vueltas, de los que se roban un pasaje o intentan tumbar en un negocio a alguien más (“Porque dio papaya”), somos parte del problema y estamos fortaleciendo la cultura del engaño y la decadencia.
En nuestras manos está primero cambiarnos a nosotros mismos para luego si cambiar a quienes nos representan en el poder, dejar de elegir politiqueros que solo hablan y nada hacen y darle la oportunidad a verdaderos servidores políticos, que entienden que las decisiones se toman en grupo y que el beneficio colectivo es mas sagrado que el beneficio particular.
Por eso yo personalmente creo en los líderes, en esas personas que se han hecho a pulso, trabajando y sirviendo a sus comunidades y a la naturaleza con entrega, con compromiso, con lealtad y sin esperar nada a cambio.
Son esas personas las que se merecen estar en los puestos de poder, las que se han ganado el derecho y el honor de servirle aún más a su pueblo y que sean reconocidas y amadas por ello.
Porque es muy fácil solamente salir en redes sociales hablando y levantando la voz, dando grandes discursos como si estuvieran leyendo un libreto, resaltando lo que está mal y podrido en el mundo y señalando culpables a diestra y siniestra.
Lo verdaderamente difícil es trabajar día a día y a través de pequeñas acciones encaminadas a fortalecer el tejido social y la protección ambiental, ir ganando credibilidad, respeto y cariño.
Y es difícil precisamente porque vivimos en un país que considera a sus líderes sociales, ambientales y culturales objetivo militar.
Ahora bien, si están pensando que he escrito este artículo porque deseo lanzarme a algún cargo político, mi respuesta es NO, siento que desde Mesunos.Org estoy logrando más cosas por las personas y por el medio ambiente que desde un cargo burocrático donde los enemigos y los envidiosos abundan.
Entonces, y a puertas de que empiece una nueva temporada electoral llena de campañas maliciosas y vacías, los invito a analizar muy bien si su voto de confianza se lo merece el politiquero de promesas vacías, o el político servicial que construye programas con su comunidad y pensando en ella.
Y por último; cuídense de los manipuladores, de esos que utilizan a los grupos comunales y a los fieles religiosos para su beneficio personal.
Porque para mantener este barco a flote y que llegue a buen puerto es necesario que asumamos la responsabilidad de las decisiones que tomamos, y una de las más importantes es por quién votamos, porque nuestro voto es tan sagrado como vital para la democracia, la libertad y la prosperidad de nuestro país.
Por: Julián Socha
Las columnas de opinión no representan necesariamente la opinión editorial de Mesunos.Org