No hace mucho, y mientras sumergía los pies en uno de los lagos cerca de casa para que los peces me dieran una sesión de «vive el momento presente», tuve una revelación.
– ¿Por qué nos cuesta ponernos en los zapatos de los demás?
– ¿Por qué es tan difícil entender las motivaciones o creencias de nuestros vecinos o familiares?
– ¿Será acaso que nos da miedo la pecueca ajena?
– ¿Qué pasaría si al ponernos en los zapatos de los demás se nos pegara un poco de su aroma?
– ¿Sería tan malo?
Hago estas reflexión mientras recreo con mi imaginación las palabras de decenas de jóvenes con evidentes creencias ideológicas de izquierda, que critican e insultan a quienes son abiertamente de derechas.
Y las contrasto con otras declaraciones de personas mayores abiertamente de derechas que insultan y amenazan a los jóvenes de izquierda.
Tristemente ese sádico juego de maquiavelismo puro; «divide para gobernar», que ha usado la política para manipular el pueblo, no solo ha partido a nuestro país en dos direcciones diferentes, sino que además ha creado una brecha entre generaciones.
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Una brecha tan grande que ha separado a miembros de una misma familia por pensar y sentir diferente, por ver la realidad cada uno desde su perspectiva. Porque las creencias ideológicas se terminan imponiendo al valor de la unidad familiar.
No se hace el mas mínimo esfuerzo por intentar escuchar y comprender los reclamos de la juventud que sale a marchar, ni los argumentos de los que están en contra de la protesta. Se minimizan sus razones y peor aún, se justifican las expresiones de violencia para intentar acallar al contrario.
Si tan solo lográramos enfrentar el desagrado inicial de ponernos en los zapatos de los demás e intentar comprender sus razones, nos daríamos cuenta que muchas de esas razones están basadas en su historia personal, en esas experiencias que han marcado su vida y que le han dado un punto de comparación para generar su propia versión de la verdad.
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Y en este punto es necesario entender que la verdad absoluta no existe, o que por lo menos no la posee la mente humana. Debido a que la verdad obedece a la interpretación que cada uno de nosotros hace de ella.
Ese fue el gran error del siglo XX, querer imponer a la sociedad una sola versión de la verdad.
Mi invitación es a que nos pongamos en los zapatos de nuestros contrarios, que entendamos que son más las cosas que nos unen que aquellas que nos separaran.
No permitamos que supuestos líderes de opinión o políticos nos enemisten contra nuestros hermanos y vecinos, envenenándonos la cabeza con argumentos clasistas, racistas o degradantes que justifiquen la violencia.
Si se nos pega algo del olor de sus zapatos no estaremos perdiendo nuestro propio aroma, tan solo estaremos oliendo la vida desde un punto vista mas amplio, en el cual ya no juzguemos a nuestros semejantes y entendamos que el derecho de opinión y de pensamiento es igual de sagrado que el derecho a la vida.
Las columnas de opinión no representan necesariamente la opinión editorial de Mesunos.Org
Ciertas palabras, relevante y oportuna invitación
Ojalá alcancen a ser masivamente difundidas, pues contrastan con los mensajes obtusos y polarizados de varios medios comercuales – vendidos o acomodados- de comunicación. Pero sobretodo, ojalá alcance las mentes y los corazones de viejos y de jóvenes.
Una broma respetuosa: Cual miedo a la pecuwca, que oara eso hay antitranspirantes.
buen tema de reflexión. La empatía es una de las grandes ausentes en nuestra relación personal. La primacía del individualismo sobre la colectividad han ocasionado que queramos ser los primeros, aún, a costa de los demás. Desconociendo al otro, como si todo se resumiera en mi yo y mi sombra.
Gracias por el artículo.
Muy cierto, la empatia es importante para una buena construcción de país
Interesante articulo queremos un país mejor , comencemos por comprender a los que piensan distinto